lunes, 1 de enero de 2018

Boletín mensual de Enero de 2018

La Capilla SAN BENITO saluda con cariño a los vecinos y los invita a participar de las siguientes actividades: MES de ENERO, todos los sábados 6, 13, 20 y 27 a las 16.15 horas Santa MISA.
  • 1 de enero: SOLEMNIDAD SANTA MARÍA, MADRE de DIOS
  • *51ª JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ "Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz"
  • *4-12 de Enero 2018: Con Vos renovamos la historia
  • 11º Misión Juvenil Diocesana os espera en Puerto San Julián
  • 6 de enero: SOLEMNIDAD de la EPIFANÍA del Señor. Reyes Magos
  • *  En  el tráiler San Benito (14:50 a 16 horas). ORATORIO del SÁBADO: después de la Misa merienda compartida
  • *7 de Enero: BAUTISMO del Señor.
  • 13 de enero: Misa del 2do domingo durante el año. Ciclo B. ORATORIO del SÁBADO: después de la Misa merienda compartida.
  • *17 de Enero: San Antonio, abad.
  • 20 de enero: Misa del 3er domingo durante el año. Ciclo B  y San Fabián. ORATORIO del SÁBADO: después de la Misa merienda compartida.
  • *21 de Enero: Santa Inés.
  • *22 de Enero: Beata LAURA VICUÑA.
  • *25 de Enero: La conversión de San Pablo.
  • 27 de enero: Misa del 4to domingo durante el año. Ciclo B. ORATORIO del SÁBADO: después de la Misa merienda compartida.
  • *31 de Enero: SAN JUAN BOSCO, protector de la Patagonia.

Para la inscripción para la catequesis de los niños de primero y segundo año de Comunión y Confirmación se efectuará en el mes de febrero. Sigue los encuentros  para el grupo juvenil - animadores-misioneros del TEMPLO SAN BENITO

CAPILLA SAN BENITO (Tráiler del Padre Juan).
Año 2018 / Enero. Visita de María Auxiliadora a las familias. 



MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CELEBRACIÓN
DE LA  51 JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ  
1 DE ENERO DE 2018 
Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz

1. Un deseo de paz

Paz a todas las personas y a todas las naciones de la tierra. La paz, que los ángeles anunciaron a los pastores en la noche de Navidad, es una aspiración profunda de todas las personas y de todos los pueblos, especialmente de aquellos que más sufren por su ausencia, y a los que tengo presentes en mi recuerdo y en mi oración. De entre ellos quisiera recordar a los más de 250 millones de migrantes en el mundo, de los que 22 millones y medio son refugiados. Estos últimos, como afirmó mi querido predecesor Benedicto XVI, «son hombres y mujeres, niños,  jóvenes y ancianos que buscan un lugar donde vivir en paz».  Para  encontrarlo,  muchos  de ellos están dispuestos a arriesgar sus vidas a través de un viaje que, en la  mayoría  de  los  casos,  es largo y peligroso; están dispuestos a soportar el cansancio y el sufrimiento,  a afrontar las alambradas y los muros que se alzan para alejarlos de su destino. Con espíritu de misericordia, abrazamos a todos los que huyen de la guerra y del hambre, o que se ven obligados a abandonar su tierra a causa de la discriminación, la persecución, la pobreza y la degradación ambiental.  Somos conscientes de que no es suficiente sentir en nuestro corazón el sufrimiento de los demás. Habrá que trabajar mucho antes de que nuestros hermanos y hermanas puedan empezar de nuevo a vivir en paz, en un hogar seguro. Acoger al otro exige un compromiso concreto, una cadena de ayuda y de generosidad, una atención vigilante y comprensiva, la gestión responsable de nuevas y complejas situaciones que, en ocasiones, se añaden a los numerosos problemas ya, así como a unos recursos que siempre son limitados.  [….]  Pero las personas también migran por otras razones, ante todo por «el anhelo de una vida mejor, a lo que se une en muchas ocasiones el deseo de querer dejar atrás la “desesperación” de un futuro imposible de construir». Se ponen en camino para reunirse con sus familias, para encontrar mejores oportunidades de trabajo o de educación: quien no puede disfrutar de estos derechos, no puede vivir en paz. Además, como he subrayado en la Encíclica Laudato Si «es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental».

2. Una mirada contemplativa

[…]   Necesitamos ver también la ciudad donde vivimos con esta mirada contemplativa, «esto es, una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas [promoviendo] la solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia»; en otras palabras, realizando la promesa de la paz.     Observando a los migrantes y a los refugiados, esta mirada sabe descubrir que no llegan con las manos vacías: traen consigo la riqueza de su valentía, su capacidad, sus energías y sus aspiraciones, y por supuesto los tesoros de su propia cultura, enriqueciendo así la vida de las naciones que los acogen. Esta mirada sabe también descubrir la creatividad, la tenacidad y el espíritu de sacrificio de incontables personas, familias y comunidades que, en todos los rincones del mundo, abren sus puertas y sus corazones a los migrantes y refugiados, incluso cuando los recursos no son abundantes. […]

3. Cuatro piedras angulares para la acción

Para ofrecer a los solicitantes de asilo, a los refugiados, a los inmigrantes y a las víctimas de la trata de seres humanos una posibilidad de encontrar la paz que buscan, se requiere una estrategia que conjugue cuatro acciones: acoger, proteger, promover e integrar.
«Acoger» recuerda la exigencia de ampliar las posibilidades de entrada legal, no expulsar a los desplazados y a los inmigrantes a lugares donde les espera la persecución y la violencia, y equilibrar la preocupación por la seguridad nacional con la protección de los derechos humanos fundamentales. La Escritura nos recuerda: «No olvidéis la hospitalidad; por ella algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles».
«Proteger» nos recuerda el deber de reconocer y de garantizar la dignidad inviolable de los que huyen de un peligro real en busca de asilo y seguridad, evitando su explotación. En particular, pienso en las mujeres y en los niños expuestos a situaciones de riesgo y de abusos que llegan a convertirles en esclavos. Dios no hace discriminación: «El Señor guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a la viuda».
«Promover»  tiene que ver con apoyar el desarrollo humano integral de los migrantes y  refugiados   . Entre los muchos instrumentos que pueden ayudar a esta tarea, deseo subrayar la importancia que tiene el garantizar a los niños y a los jóvenes el acceso a todos los niveles de educación: de esta manera, no sólo podrán cultivar y sacar el máximo provecho de sus capacidades, sino que también estarán más preparados para salir al encuentro del otro, cultivando un espíritu de diálogo en vez de clausura y enfrentamiento. La Biblia nos enseña que Dios «ama al emigrante, dándole pan y vestido»; por eso nos exhorta: «Amaréis al emigrante, porque emigrantes fuisteis en Egipto».
Por último, «integrar» significa trabajar para que los refugiados y los migrantes participen plenamente en la vida de la sociedad que les acoge, en una dinámica de enriquecimiento mutuo y de colaboración fecunda, promoviendo el desarrollo humano integral de las comunidades locales. Como escribe San Pablo: «Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios».

4. Una propuesta para dos Pactos internacionales

[…] El diálogo y la coordinación constituyen, en efecto, una necesidad y un deber específicos de la comunidad internacional. Más allá de las fronteras nacionales, es posible que países menos ricos puedan acoger a un mayor número de refugiados, o acogerles mejor, si la cooperación internacional les garantiza la disponibilidad de los fondos necesarios […]              

5. Por nuestra casa común

Las palabras de San Juan Pablo II nos alientan: «Si son muchos los que comparten el “sueño” de un mundo en paz, y si se valora la aportación de los migrantes y los refugiados, la humanidad puede transformarse cada vez más en familia de todos, y nuestra tierra verdaderamente en “casa común”». A lo largo de la historia, muchos han creído en este «sueño» y los que lo han realizado dan testimonio de que no se trata de una utopía irrealizable.
Entre ellos, hay que mencionar a santa Francisca Javier Cabrini, […]  Esta pequeña gran mujer, que consagró su vida al servicio de los migrantes, convirtiéndose más tarde en su patrona celeste, nos enseña cómo debemos acoger, proteger, promover e integrar a nuestros hermanos y hermanas. Que por su intercesión, el Señor nos conceda a todos experimentar que los «frutos de justicia se siembran en la paz para quienes trabajan por la paz».

Francisco Vaticano, 13 de noviembre de 2017. Memoria de Santa Francisca Javier Cabrini, Patrona de los migrantes.





Se realizará en los barrios periféricos de PUERTO S. JULIAN, la 11ava MISION JUVENIL DIOCESANA: "Con Vos renovamos la historia".
¡Acompañados por el Obispo, los sacerdotes, religiosas de las comunidades presentes en la Diócesis, alternarán momentos de oración y misión, formación y compartir, Eucaristía y fiesta!



RECORDAMOS EL CUMPLEAÑOS DE:
10/01 CLAUDIA ERIKA TORRES.