Benito de Nursia (Nursia, 480-Montecasino, 21 de marzo de
547) fue un religioso cristiano, considerado el iniciador de la vida monástica
en Occidente. Fundó la orden de los benedictinos cuyo fin era establecer monasterios
basados en la autarquía, es decir, autosuficientes; comúnmente estaban
organizados en torno a la iglesia de planta basilical y el claustro. Es
considerado patrón de Europa y patriarca del monacato occidental. Benito
escribió una regla para sus monjes que fue llamada "La Santa Regla"
que ha sido inspiración para muchas de las de otras comunidades religiosas.
A Benito se le representa habitualmente con el libro de la Regla, una copa rota, y un cuervo con un trozo de pan en el pico, en memoria del pan
envenenado que recibió Benito de un sacerdote de la región de Subiaco que le
envidiaba.
Algunos creyentes invocan a Benito para protegerse contra
las picaduras de las ortigas, el veneno, la erisipela, la fiebre y las
tentaciones.
Es patrono de los archiveros,
agricultores, ingenieros, curtidores, moribundos, granjeros, de la villa Heerdt cerca de Düsseldorf en Alemania, de enfermedades inflamatorias, de los arquitectos italianos, de Monreal del
Llano en Cuenca (España), de los que padecen enfermedades de riñón, de los monjes,
de la villa de Nursia (su ciudad natal), de Italia, de los religiosos
(entiéndase pertenecientes a congregaciones religiosas), de los escolares, de los criados, de los espeleólogos.
Las reliquias de Benito están conservadas en la cripta de la
abadía de Saint-Benoît-sur-Loire (Fleury), cercana a Orleans y de
Germigny-des-Prés, donde se encuentra una iglesia carolingia, en el centro de
Francia. También se encuentra un hueso del cráneo de San Benito en Monreal del
Llano en Cuenca (España).
La Regla de San Benito
La regla benedictina es una regla monástica que Benito de Nursia escribió a principios del siglo VI destinada a los monjes. Cuando le destinaron al norte de Italia como abad de un grupo de monjes, éstos no aceptaron la Regla y además hubo entre ellos un conato de conspiración para envenenarle. Benito se trasladó entonces al monte Cassino, al noroeste de Mongolos, donde fundó el monasterio que sería conocido más tarde como Montecassino. Allí le siguieron algunos jóvenes, formando una comunidad que acató y siguió la Regla, conocida por las generaciones futuras como Regula Sancti Benedicti, de 73 capítulos, algunos añadidos y modificados después por sus seguidores. Esta regla benedictina fue acogida por la mayoría de los monasterios fundados durante la Edad Media.
El principal mandato es el ora et labora, con una especial atención a la regulación del
horario. Se tuvo muy en cuenta el aprovechamiento de la luz solar según las
distintas estaciones del año, para conseguir un equilibrio entre el trabajo
(generalmente trabajo agrario), la meditación, la oración y el sueño. Se ocupó
San Benito de las cuestiones domésticas, los hábitos, la comida, bebida, etc.
Una de las críticas que tuvo esta regla al principio fue la «falta de
austeridad» pues no se refería en ningún capítulo al ascetismo puro sino que se
imponían una serie de horas al trabajo, al estudio y a la lectura religiosa,
además de la oración.
La regla daba autoridad de patriarca al abad del monasterio
que al mismo tiempo tenía la obligación de consultar con el resto de la
comunidad los temas más importantes. Los discípulos de Benito se encargaron de
difundir la Regla por toda Europa y durante siglos (hasta la adopción de la
regla de San Agustín por los premostratenses en el siglo XII y los dominicos en
el siglo XIII), fue la única ordenanza a seguir por los distintos monasterios
que se fueron fundando.
Siguiendo los preceptos, el hábito benedictino debía estar
formado por una túnica y un escapulario, cubiertas ambas piezas por una capa
con capucha. No se dice el color que deban llevar dichas prendas, aunque se
cree que seguramente serían de la coloración de la lana sin teñir, que era lo
más fácil en los primeros tiempos. Después, el color negro fue el predominante
hasta que llegó la reforma de los cistercienses, que volvieron a adoptar el
blanco; de ahí la diferencia que se hace entre monjes negros y monjes blancos,
ambos descendientes y seguidores de la orden benedictina.
Carlomagno en el siglo VIII encargó una copia e invitó a
seguir esta regla a todos los monasterios de su imperio. Dio orden de que los
monjes se aprendiesen de memoria todos los capítulos para estar siempre listos
a recitar cualquiera de ellos cuando así se lo demandasen.
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